Carlos Castañeda, de su vida personal se sabe con certeza muy poco, pero de lo que hay mucho que decir y que contar es de sus obras literarias exitosas e influyentes que dejó a su paso.
Los libros de Castaneda se presentan como un estudio antropológico en los que recopila sus conversaciones y experiencias con el chamán yaqui Don Juan, que lo acepta como aprendiz de brujo y le enseña las propiedades y los poderes de las plantas del desierto de Sonora, en México.
Detalla con maestría lo que sintió al incursionar con peyote, y otras sustancias psicotrópicas o alucinógenas (la “hierba del diablo” o el “humito”) y logra sumergir al lector en un mundo fantástico despojado de lo material y lo establecido.
Describe situaciones en las que dialoga con los coyotes, se convierte en cuervo y aprende a volar, o cómo desarrolla la habilidad de ver la luminosidad de las personas, el aura.
LIBROS Y ENSEÑANZAS
Su primer libro, Las enseñanzas de Don Juan: el camino yaqui hacia el conocimiento, apareció en 1968, el año de las grandes revueltas culturales y políticas de los jóvenes europeos y americanos. En las secuelas de ese libro, Castañeda contó la continuación de un aprendizaje de 12 años con Don Juan.
Lo que entendemos por realidad es, según Castañeda, una manera simple y ampliamente compartida de ver el universo que puede ser trascendida a través de determinados rituales que exigen disciplina y concentración.
Los brujos, decía, pueden ver y usar la energía invisible existente en todos los seres y cosas, pero el camino hacia ese conocimiento es duro y peligroso.
En una rara entrevista concedida en 1997, Castañeda explicó: «Don Juan decía que para navegar en lo desconocido como un chamán se necesita un ilimitado pragmatismo, una gran sobriedad y un estómago de acero».
LA CRÍTICA
Los críticos siempre pusieron en duda la existencia de Don Juan pero calificaron de obras maestras los textos de Castañeda. El escritor, no obstante, insistía en que todo era real. «Ésta no es una obra de ficción», escribió en 1981 en el prólogo a su libro El don del águila. «Lo que estoy describiendo es extraño para nosotros y, sin embargo, es real».
Como muchos indios, Castañeda se oponía a ser fotografiado o grabado porque ello «es una manera de fijarle a uno en el tiempo». Castañeda decía que Don Juan «no había muerto, sino ardido desde dentro», pero jamás puso en duda su propia condición mortal. «Estoy seguro de que moriré, me gustaría dejar este mundo como Don Juan lo hizo, pero no estoy seguro de conseguirlo», dijo a Time cuando esta revista le consagró su portada.
Sus 12 libros, publicados en 17 idiomas, fueron grandes éxitos de ventas dentro y fuera de Estados Unidos, tenía decenas de millones de lectores en todo el mundo y fue portada de la revista Time con el calificativo de “líder del Renacimiento Americano”.
INFLUENCIA
Sus “enseñanzas…”, se convirtieron en un éxito rotundo e inspiraron a grandes artistas como John Lennon, Jim Morrison, George Lucas, Federico Fellini y Oliver Stone; también es citado por antropólogos y filósofos.
Según algunos registros oficiales norteamericanos, nació el 25 de diciembre de 1925 en Cajamarca (Perú) Sin embargo, en el libro “Conversaciones con Carlos Castaneda”, de la escritora española Carmina Fort, el propio antropólogo declara que nació en un pequeño pueblo llamado Juquery, cerca de San Pablo, Brasil un 25 de diciembre, pero de 1935. Que su madre tenía 15 años y su padre 17, y que fue su tía quien lo crió hasta que falleció, cuando Carlos tenía seis años, después quedó al cuidado de sus abuelos paternos.
SU MUERTE DISCRETA COMO SU VIDA
Murió tan secretamente como había vivido. Hasta el punto de que el mundo se enteró de la noticia con casi dos meses de retraso, dando la primicia de la noticia el prestigioso periódico norteamericano “Los Angeles Times”.
Según informó a Los Angeles Times su amiga y albacea testamentario Deborah Drooz, falleció el 27 de abril de 1998, a los 70 o 63 años, en su casa de Westwood, en la gran metrópoli californiana. De cáncer de hígado.
Deborah Drooz contó al periódico californiano que «No le gustaba llamar la atención»,. «Siempre procuraba evitar que le tomaran fotografías o le grabaran la voz. No le gustaba la luz de los proyectores.
Por eso, cuando murió, sus amigos no nos tomamos la molestia de emitir un comunicado de prensa». Castañeda, según Drooz, no tuvo funerales de ningún tipo. Tan sólo un rápido y sencillo acto en el que su cuerpo sin vida fue incinerado en la funeraria Culver City. Sus cenizas fueron trasladadas a México, el país que amó con pasión.