La Sanación Espiritual es un arte y también una ciencia. La diestra práctica de la Ciencia de la Sanación hace de ella un arte.
La Sanación como ciencia está revelándose en este tiempo presente, mientras que la ciencia y su acercamiento a ella como arte era conocido por los antiguos, y en particular por los Sabios de Oriente y Occidente.
La nota clave en el acercamiento de los antiguos era la síntesis. Su acercamiento iba de la síntesis al análisis.
El hombre contemporáneo considera por separado las partes físicas de un cuerpo, examinando su actividad fisiológica y prestándoles atención.
Se presta sobre todo atención a la parte, pero no al todo, se trata el efecto, pero no la causa. Es, por lo general, como echar un remiendo o poner un parche, pero no un acercamiento integral.
El oído, la nariz, los ojos, la garganta, el corazón, etc., son estudiados y tratados por separado, sin estudiar la conexión causal que hay entre todos los miembros del cuerpo.
El entendimiento de la enfermedad se ha vuelto algo mecánico. Aparatos y máquinas muy complejas informan de las enfermedades.
La capacidad de diagnosis de los médicos se encuentra en rápido retroceso. Había un tiempo en que
el médico podía percibir la enfermedad observando el pulso del paciente. Hoy día, observar el pulso es una cosa rara.
El acercamiento local ha reemplazado al acercamiento total. Como consecuencia de eso, cuando se trata una parte, hay otra parte que empieza a tener problemas.
La tasa de crecimiento de las enfermedades es mucho más elevada que la tasa de crecimiento de los medicamentos.
La Humanidad está llegando a una situación en que está siendo sobrepasada por enfermedades incurables.
La dependencia de los medicamentos por parte del ser humano es actualmente más elevada que nunca.
El ser humano ingiere tantos medicamentos como alimentos para mantener su cuerpo.
Las recetas médicas, ahora más que antes, nos prohíben comer y beber.
El hombre moderno se ha trazado un modo de vida en el que el estrés, la competición, la velocidad y la codicia se han convertido en ingredientes esenciales de la vida, con sus consiguientes productos derivados como son la tensión, la envidia, el odio, la ansiedad, etc.
Se vuelve cada vez más y más hacia un mundo artificial creado por el hombre, alejándose a sí mismo del sereno mundo de la Naturaleza.
Los Antiguos Sabios
Como contraste, los antiguos Sabios estudiaron y desarrollaron un modo de vida en el que prevalecían la cooperación en vez de la competición, la comprensión amorosa en vez de la envidia, la sospecha o el odio, y el contento o satisfacción en vez de la codicia.
La vida era lenta pero natural. Llevaban en ellos la llave de la vida y se la daban a quienes les interesaba más que ninguna otra cosa en la vida.
Ellos preferían la bondad a la grandeza, el equilibrio al dinamismo y la plenitud de uno mismo a la plenitud material.
Los antiguos Sabios conocían la Ciencia del Hombre, su constitución desde el estado etérico hasta el estado físico denso.
También sabían que la forma está en continuo cambio y es el resultado de continuas formaciones desde el estado etérico al estado físico denso.
Sabían que la consciencia localizada es el centro para tales manifestaciones. Sabían que el sonido, el color, la palabra y la conducta de cada unidad de vida humana tienen un papel vital que desempeñar en el diseño de los cinco elementos de la Naturaleza en el cuerpo humano y en su diseminación.
Conociían que el cuerpo humano se halla en continua formación, reuniéndose entorno al centro consciente y dispersándose.
Sabían que esta manera recurrente de reunirse a su alrededor y dispersarse depende del tiempo, del lugar, de los cinco elementos, del pensamiento, de la palabra, de las emociones que se tenga y de las acciones que se realicen.
Según su manera de entender las cosas, la salud humana tenía un vínculo inseparable con los pensamientos, las emociones y las acciones humanas.
Más que dar importancia a los aspectos fisiológicos de las partes del cuerpo humano por separado, ellos daban una importancia predominante a los aspectos fisiológicos del hombre como conjunto.
El funcionamiento o el no funcionamiento de las partes del cuerpo se atribuían al funcionamiento del hombre, el morador interior del cuerpo.
Su investigación y estudio les reveló que el excesivo deseo, la cólera, el afán de posesividad, el sentimiento de separatividad, el orgullo, los prejuicios y, por encima de todo, la envidia, son las enfermedades sutiles.
Esas son las verdaderas enfermedades cuyo efecto se acusa tanto en el cuerpo funcional (las funciones fisiológicas) como en el cuerpo estructural (la constitución).
El cuerpo fisiológico y constitucional es el campo que se encuentra sometido al juego devastador de estas actitudes (fuerzas) negativas del ser humano.
Las enfermedades cerebrales, las enfermedades cardíacas, los desequilibrios nerviosos, las depresiones,
las insuficiencias renales, se dan más en lugares en que el modo normal de vida natural es relegado a un plano de fondo en nombre del desarrollo.
El llamado “desarrollo” del hombre en este siglo ha hecho inhabitable su hábitat (el planeta Tierra). Este concepto suyo de desarrollo ha traído la contaminación del agua (de los ríos), del aire y de la materia sólida.
Y por encima de todo, es muy elevada la contaminación del pensamiento.
El hombre ha contaminado todo lo que le rodea mediante un camino de un (ilusorio) desarrollo que ha
emprendido por sí solo.
¡En nombre del movimiento de liberación se han transgredido también los valores éticos en lo que respecta a la sexualidad, produciendo enfermedades como el sida! Es, por lo tanto, hora de que nos reunamos a estudiar la Sanación Espiritual y curemos nuestros cuerpos, así como todo lo que nos rodea -que hemos contaminado a lo largo de los años-, no sea que perezcamos debido al veneno que hemos emitido.
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