Vencido
de tus continuos ruegos, hermano queridísimo, te propongo describir
en ocho capítulos, de las partes que contiene, un breve tratado
de nuestro arte, con ciertas reglas, leves operaciones eficaces y tinturas
muy verdaderas contenidas en él, y quiérote rogar tres cosas:
Lo primero, que no cuides mucho de las palabras de los modernos filósofos
y de los antiguos que hablan en esta ciencia, porque el arte de la alquimia
tiene su asiento y fundamento en la capacidad del entendimiento y en la
demostración de la experiencia. Los filósofos, pues, queriendo
encubrir la verdad de la ciencia, hablaron casi todas las cosas en lenguaje
figurado.
Lo segundo: que no quieras apreciar multitud de cosas, ni las composiciones
de diversas especies, porque la naturaleza nunca produce sino su semejante:
porque así como del caballo y la pollina se engendra el mulo con
producción imperfecta, es como algunos imitadores de la ciencia
producen de muchas cosas cierta multiplicidad.
Lo tercero, que no seas hablador, ni bachiller, más antes bien,
pon guarda en tu boca, y así como hijo de los sabios, no arrojarás
las piedras preciosas a los puercos. Teniendo paz con Dios y teniendo tu
fin ordenado en tu obra, siempre la llevaras fijada en tu mente.
Cree por cierto, que si tuvieras delante de los ojos las dichas reglas,
que me dio Alberto Magno, no tendrías necesidad de buscar el favor
de los Reyes y de los Grandes, sino antes bien, los reyes y los señores
te darían toda honra. Porque todo aquél que es reconocido
en este arte sirviendo a los reyes y a los Prelados, no sólo puede
ayudar a los antedichos, sino tambien con buen orden a lodos los necesitados,
y lo que recibió de la gracia, jamás debe darlo a alguno
con interés.
Estén pues signadas y selladas seguramente en el secreto de
tu corazón las reglas antedichas. porque en el libro y tratado que
escribí antes de éste, hablé filosóficamente
para los del vulgo, mas a tí, hijo de gran secreto, escribo más
claramente, confiado en tu especial cuidado en el hablar.
DE LA OPERACION
Porque
según Avicena en una epístola al Rey Assa dice: Nosotros
buscamos una substancia verdadera y hacerla fija, compuesta de muchas,
y que puesta sobre el fuego lo soporte sin quemarse. Que será penetrante,
generativa, que teñirá el mercurio y otros cuerpos con una
tintura verdaderisima y con el peso debido. La nobleza de esta tintura
excede al universo dichoso del mundo. Porque una cosa nuestra hace ser
tres cosas. Las tres, dos; las dos, finalmente, son una.
Finalmente, así como conviene que sea una substanciacomo dice
Avicena, así también conviene tener paciencia, espera e instrumentos.
Paciencia, porque según Pedro, la presura y el arrebatamiento
vienen del Diablo. Por eso quien no tiene paciencia aparte su mano de la
operaclon.
La espera tambien es necesaria para toda acción natural, que
sigue nuestro arte, ya que tiene su modo y tiempo determinado.
Los instrumentos, pues, también son necesarios, empero no muchos
como parecerá en lo siguiente, porque nuestra obra se perfecciona
en una cosa, con un vaso, en una operación según Hermes y
por un camino.
Esta medicina, ciertamente, aunque es agregada de muchas cosas, con
todo eso, es una sola materia que no necesita de alguna otra hazaña,
si no es del fermento blanco o rubio, por lo cual es pura, natural, nunca
puesta en alguna otra obra, y de la cual, en el régimen de la obra,
aparecerán diversos colores según los tiempos.
También conviene en los primeros días levantarse de mañana
y ver si la viña floreció. En los siguientes días
se verá el corvino transmutado en la soledad del ciego, y multiplicados
colores, en todos los cuales se ha de esperar el color blanco, llegado
el cual esperemos sin error alguno a Nuestro Rey, elixir o polvo simple
sin tacto, piedra que tiene tantos nombres cuantas son las cosas en el
mundo. Mas para explicarme en breve nuestra materia o magnesia es nuestro
argento único mineral, la orina de los muchachos de doce años
debidamente preparada, que viene luego de la vena y nunca fue en ninguna
obra grande que escribí para los vulgares; nuestra tierra de España,
o antimonio.
Con todo eso, no notes aquí el argento vivo común, del
que usan algunos multiplicadores y sofistas, del cual si algo se hace se
llama solamente multiplicación, y con todo eso tiñe un poco
respecto del Magisterio. Aunque causara largos gastos y si agradare trabajar
con él, en él hallarás la verdad, mas requiere larga
digestión.
Sigue pues al Santo Alberto Magno, mi Maestro, y trabaja con argento
vivo mineral y el mismo es de nuestra obra perfectivo por la combustión,
salvificativo y efecto por la fusión, porque cuando se fija es tintura
de blancura o de rubio, de una compostura abundantísima, de un esplendor
resplandeciente y no se aparta de lo mezclado, porque es amigable a los
metales y un medio de juntar las tinturas, porque se mezcla con ellos entrando
en lo profundo y penetrando naturalmente, porque se junta conellos.
DE LA COMPOSICION DEL MERCURIO Y DE SU
PREPARACION
Aunque
nuestra obra se perfecciona de nuestro solo mercurio, a pesar de eso necesita
de fermento rojo o blanco, pues se mezcla más fácilmente
con el sol y con la luna, y se hace una sola cosa con él, siendo
así que estos dos cuerpos participan más de su naturaleza,
luego son más perfectos que los demás.
La razón es porque los cuerpos son de tanta mayor perfección
cuanto más contienen de Mercurio. El sol, pues, y la luna, teniendo
más de él, se conmezclan para la rubio y para lo blanco,
se fijan estando en el fuego, porque el mismo mercurio solo es el que perfecciona
la obra y en él hallamos todas las cosas de que necesitamos para
la Obra, al cual no se debe juntar cosa extraña.
El Sol y la Luna no son extraños a él, porque los mismos
se vuelven en su primera naturaleza al principio de la obra, esto es el
mercurio, porque de él tomaron su origen.
Algunos, pues, porfían haciendo la obra con el solo Mercurio
o con la magnesia simple, lavándola en vinagre fuerte, cociéndolo
en aceite, sublimando, asando, calcinando, destilando la quintaesencia,
sacando, con los elementos y otras infinitas martirizaciones, atormentando
al mismo Mercurio, y creyendo con sus operaciones que de ellas han de hallar
alguna cosa grande. Finalmente muy poco logro hallan.
Mas créeme, hijo, que todo nuestro Magisterio está y
consiste en sólo el régimen del fuego con la capacidad de
la industria. Porque nosotros nada obramos, mas la virtud del fuego bien
regido con poco trabajo hace nuestra piedra, y con pocos gastos.
Juzga que cuando nuestra piedra fuese una vez suelta en su primera
naturaleza, es a saber, en la primera agua, o leche de virgen, o cola del
dragón, entonces la misma piedra ella se calcina, sublima, destila,
reduce, lava, congela, y por la virtud del fuego proporcionado, a sí
misma se perfecciona en un solo vaso, sin operación manual de otro.
Conoce pues hijo, cómo los Filósofos hablaron figuradamente
de las operaciones manuales, pues para que estés seguro de la purgación
de nuestro Mercurio, te enseñaré que con una verdadera operación
nuestro mercurio común es preparado levísimamente.
Recibe pues, Mercurio mineral o tierra hispánica, antimonium
nostrum, o tierra negra oculosa, todas las cuales cosas son una misma,
no inferiores de su género, el cual no se haya puesto antes en obra
alguna, cinco libras y veinte a lo más, y haz que pase por un paño
de lino espeso tres veces. Después haz que pase por el cuero de
liebre. Ultimamente haz que pase por un paño de lino espeso, y ésta
es la verdadera lavadura. Y atiende: si alguna cosa queda en el cuerpo
de su grosura, o algún espesor de porquería. o hediondez.
entonces ese mismo mercurio no vale para nuestra obra. Pero si nada aparece,
bueno te es. Advierte que con este mercurio, sin añadirle ninguna
cosa, pueden hacerse la una y la otra obra.
DE LA FORMA DE AMALGAMAR
Puesto
que nuestra obra puede completarse a partir de sólo el Mercurio
sin añadir ningún producto extraño, se deduce que
se describa muy brevemente el modo de componer la amalgama. Pero en cambio,
algunos entienden mal a los filósofos porque creen que a partir
del solo mercurio, sin ninguna hermana como semejante, se puede terminar
la obra. Yo sin embargo, te digo con seguridad, que cuando trabajes con
el mercurio, no añadas nada extraño a él, y sepas
que el oro, y la plata, no son extraños al mercurio; más
aún, participan de su naturaleza de una manera más cercana
que cualquier otro cuerpo. Por lo cual, reducidos a su primera naturaleza,
se llaman hermanos semejantes al mercurio por su composición y por
su fijación simultánea. Si esto lo entiendes con claridad,
emanará leche de la virgen, y si trabajas con el mercurio no añadiéndole
ninguna cosa extraña, conseguirás lo que deseas.
DE LA COMPOSICION DEL SOL Y DEL MERCURIO
Recibe
del sol común depurado, esto es, en el fuego calentado, porque es
fermento de la rubicundez, dos onzas, y quiébralas en pedazos pequeños
con la tenaza, añadelo a catorce onzas de mercurio, y haz humear
al mercurio en la teja y desata mi sol y muévelo con una vara de
palo, hasta que el sol se desate bien y se mezcle; entonces échalo
todo en agua clara y en una escudilla de vidrio, o de piedra, y lava muchas
veces, limpiando y mudando por tanto tiempo, hasta que la negrura toda
se aparte del agua. Entonces si quieres advertir, la voz de la tortolilla
se oye en nuestra tierra, la cual limpia, haz que la amalgama o composición
pase por el cuero, bien ligado por arriba, exprimiendo toda la amalgama,
sin dos onzas, y quedarán en el cuero catorce, y aquellas catorce
onzas son las cosas aptas para nuestra operación.
Atiende que deben ser ni más ni menos que dos onzas de toda
la materia que queden en el cuero. Si fuesen más, disminúyela.
Y estas dos onzas exprimidas, que se llaman leche de la virgen, guárdalas
para la segunda operación.
Póngase pues la materia desde el cuero en el vidrio, y los vidrios
en el hornillo arriba descripto, y encendida debajo una lámpara,
de manera que esté contínuamenteardiendo de noche y de día,
que nunca se apague, y la llama derechamente dé en lo una vez encerrado,
con todo eso no toque la olla, y se extienda semejantemente a todas las
partes del hornillo, bien negras.
Mas si después de un mes o dos quisieses mirar, verás
flores vivas y colores principales, como negro, blanco, citrino y rubio,
entonces, sin alguna operación de tus manos, con el régimen
del fuego sólo, lo manifiesto será abscondido y lo abscondido
se hará manifiesto.
Por lo cual nuestra materia a sí misma se lleva al perfecto
elixir volviéndose en polvo sutilísimo, que se llama tierra
muerta, o hombre muerto en el sepulcro, o magnesia árida, porque
el espíritu en él esta ocultado en el sepulcro, y del ánima
casi se apartó. Permítela pues estar entonces, desde el principio
hasta veintiséis semanas, y entonces lo grueso está hecho
grácil, lo leve ponderoso, lo áspero suave, y lo dulce amargo,
por la conversión de las naturalezas, cumplidas ocultamente por
virtud del fuego.
Cuando vieres pues tus polvos enjugados: et si proban, et expensas
desideras tingent. Después enseñaré una, o dos partes,
porque una parte de nuestra obra solamente teñirá siete de
mercurio bien purgado.
DE LA AMALGAMACION DE LO BLANCO
Del
mismo modo se procede para lo blanco, esto es, luna, esto es, fermento
de la blancura; cuando mezclares con siete partes de Mercurio purgado,
en el mismo procederás como hiciste el rubio. Porque en toda obra
blanca nada entra sino blanco, y en toda obra rubia, nada sino rubio debe
entrar: porque de la misma agua nuestra se hace lo rubio y lo blanco, empero
añadiendo distinto fermento, y pasado el tiempo antedicho puede
teñir blanco sobre mercurio, como para rubio hiciste.
Empero nota que el argento foliado en esta materia, es más útil
que el argento en masa, porque tiene en sí mixtura de algunas heces
de mercurio y se debe amalgamar con mercurio frío y no caliente.
De otra suerte gravísimamente yerran algunos obrando esto, disolviendo
la amalgama en agua fuerte para purgarla, y si quieren mirar la naturaleza
de la composición del agua fuerte, la misma por esto se destruye
más.
Algunos tambien quieren obrar con sol o luna mineral, según
las reglas de este libro, y yerran diciendo que el sol no tienen humedad
y es cálido de manifiesto, y por eso muy bueno. Antes bien, se saca
la quintaesencia con el ingenio sutil del fuego en el vaso de circulación
que se llama pelícano. Mas el sol mineral y la luna tienen en sí
mezclada tanta suciedad de hez, que la purificación de ellos, potente
al nuestro, no sería obra de mujeres y juego de niños, mas
antes bien trabajos muy fuertes de varón anciano, desatando, calcinando,
insistiendo a otras operaciones del arte grande.
DE LAS OPERACIONES SEGUNDA Y TERCERA
Acabada
esta primera obra, procedamos a la segunda práctica. Luego que se
hizo el cuerpo de nuestra primera obra con la cola del Dragón, esto
es, la leche de la virgen, añadidas siete partes de mercurio nuevo
sobre la materia que queda, según el peso de los polvos, Mercurio
digo purificado y limpiado, haz pasar por el cuero y retén siete
partes del todo; lava y ponlo en el vidrio y en el hornillo, como hiciste
en la primera obra, controlando por todo el tiempo, o estando cerca hasta
que hayas visto hechos los polvos otra vez, los cuales por segunda vez
toma o saca, y si quieres tiñe, y estos polvos son mucho mas sutiles
quelos primeros, porque están más digeridos, porque una parte
tiñe cuarenta y nueve en elixir.
Entonces, procede a la tercera práctica, como hiciste en la
primera y segunda operación, y pon sobre el peso de los polvos de
la segunda obra, siete partes de mercurio purgado, y pon en el cuerpo,
de manera que las siete partes queden en el todo como antes. Y por segunda
vez cuece, y haz polvos, los cuales de verdad son polvos sutilísimos,
de los cuales una onza tiñe siete veces cuarenta y nueve, que son
trescientos cuarenta y tres y esto sobre mercurio. La razón es porque
cuanto más se digiere nuestra medicina, tanto más sutil se
hace y cuanto más sutil fuere, tanto más penetrable, y cuanto
más penetrable tanto más profundo tiñe.
Por fin, de esto se entienda, que si no tienes argento vivo mineral,
seguramente podrás trabajar con mercurio común, porque aunque
no valga tanto como éste, con todo eso da largas expensas.
DE LA FORMA DE OBRAR EN LA MATERIA O MERCURIO
Más
cuando quieras teñir mercurio, toma la teja de plateros de oro,
y úntala un poco por dentro con sebo, y pónlo en ella, según
la proporción de la medicina, sobre fuego lentísimo y cuando
el Mercurio comenzare a humear, echa dentro de tu medicina encerrada en
cera limpia, o en papel, y ten carbón encendido fuerte y preparado
para esto, y pon sobre la boca de la teja. Y da fuerte fuego, y cuando
todo se hubiera liquidado, échalo según las reglas, untada
con sebo, y tendrás sol o luna finísima, según la
adición del fermento.
Mas si quieres multiplicar tu medicina en el estiércol del caballo.
haz esto como boca a boca te enseñé, como sabes, lo cual
no te escribo porque sería pecado revelar este secreto a hombres
seglares que buscan esta ciencia mas por vanidad que por el debido fin
y honra de Dios, al cual sea la honra y gloria en los siglos de los siglos.
Amén.
Mas aquella obra que escribí para los vulgares con estilo bastante
físico, vi trabajarla una vez para siempre al Santo Alberto, de
Antimonio y de tierra española a tí conocida. Mas porque
es de más logro y tiempo, y para no caer en la indebida expensión,
ojalá te procure el obrar más ligero, aquella breve obra
que escribí, en la cual ningún error hay, con las expensas
moderadas, levedad de la obra, brevedad de tiempo, y el fin verdaderamente
deseado. De lo cual tú y todos los tuyos percibiréis sin
falsedad.
No quieras pues, queridísimo, ocuparte con mayor obra, porque
por la salud y oficio de la predicación de Cristo, y logrando el
tiempo, desees más atender a las riquezas espirituales que ansiar
por los logros temporales.
FINAL
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