Durante años se ha manejado en el mundo el tema de los Extraterrestres como un tema de aparente ficción, mitificados en ocasiones y pese a avistamientos muy obvios han tratado de explicarlos como alucinación colectiva, pero es muy probable que este tema esté ligado a nuestras vidas de una manera muy profunda, incluso que sea la razón de que existamos como somos ahora.
Por milenios se supo de pueblo en pueblo de historias que nos ligan con seres del cielo, pero a la religión moderna no le va en absoluto que nosotros sepamos de todo ello.
Conflicto de Dioses
Todo apasionado por la “Ovniología” o extraterrestres sabe de las epopeyas descritas en el Mahabarata y otros libros antiguos, y de las tantas pruebas halladas e ignoradas acerca de la existencia de naves y tecnología imposibles para la época antigua y aún para la nuestra; pero es muy poca la literatura seria que habla o especula; con fundamento, acerca de las razones que llevaron al conflicto entre “los dioses”.
Hoy sabemos que toda religión tiene como origen un mito, una leyenda, una historia narrada y pasada a la posteridad a través de las generaciones, y es por ello, que toda religión para ser tomada en serio, tiene que tener tradición, es decir historia.
Luego toda religión debe legitimarse a través de la historia y la memoria de los pueblos.
Para la cultura occidental, tal tradición está escrita en la biblia. La “nueva religión”, que tiene como fundamento la vida y hechos de Jesús y sus apóstoles.
Está escrita en el nuevo testamento y es reciente. Tuvo que legitimarse por el antiguo, que valga la redundancia, era más antiguo, es decir tenía historia a través del pueblo Judío. Sin el antiguo testamento, el nuevo sería ilegítimo, sin tradición.
¿Por qué no puede haber una nueva religión?
Porque, así como la ciencia parte de un hecho original que es el Big Bang; toda religión legítima parte de un hecho original: La Creación, o la aparición del ser humano, que a través de las generaciones deja su testimonio a su descendencia.
En cuanto a legitimación, cuanto más antigua tanto más legitima.
Es sólo en este contexto que se hace comprensible la saña con la que la nueva religión a través de la iglesia y quienes están detrás de ella, destruyeron todo vestigio de culturas y religiones antiguas que estuvieron a su alcance durante siglos.
Sólo desde esa visión se hace comprensible la destrucción de tesoros como la biblioteca de Alejandría.
La nueva religión debía destruir todo aquello a su alcance que mermase su legitimidad. Pero no todo se destruyó. El mundo todavía era grande para las manos de quienes la quieren destruir.
Bajo la tierra, entre las arenas de los desiertos, en textos que lograron sobrevivir y en la memoria de los pueblos aún quedaba, y quedan rastros de una historia legítima.
El Origen de Hombre.
En cuanto al origen de la humanidad, tropezamos con una estrategia de confusión ha tejido un manto de ocultamiento tanto si aceptamos la teoría de la evolución o la creacionista si somos creyentes.
Restos paleoarqueológicos sugieren la existencia de una humanidad gigantesca de colosal antigüedad, que ha matizado la teoría “ovni”; Zecharia Sitchin presenta evidencia interesante sobre la presencia de una raza extraterrestre, los “Anunaki” en la progresión de la civilización sumeria.
De más está decir que la existencia de gigantes en un pasado remoto desbarataría por sí misma toda la teoría darwinista, que sigue enseñándose en colegios y universidades de facto sin ninguna base empírica.
Se nos esconde el rastro de gigantes, se nos esconde el origen filogenético reptiloide del homosapiens, que nunca podrá ser explicado por la teoría evolucionista. ¿Por qué? Pues porque el homosapiens es producto de una mutación genética artificial.
La tesis de Sitchin sugerida antes por Däniken es una anomalía evidenciada del origen filogenético de la humanidad, que se esconde deliberadamente; y aunque los creacionistas y el mito de la creación sugieren que la “divinidad” operó una mutación genética, todas las religiones omiten cualquier referencia al origen extraterrestre del ser humano ensañando al hombre en una visión sagrada sesgada que explica la natural aversión por la religión que sienten los cada día más agnósticos que hay en el mundo.
El Origen de la Civilización.
Según la tesis de Paul H. Koch en su obra “La Historia Oculta del Mundo”, el planeta está virtualmente plagado de restos paleoarqueológicos de la Atlántida, visibles y abundantes, pero deliberadamente etiquetados como restos de otras culturas muy posteriores, restándoles su verdadera antigüedad.
De nada ha servido que Arthur Posnansky el más grande experto en tiwanacología, datara en más de 20.000 años la antigüedad de Tiwanacú; la arqueología oficial adrede enseña que son restos recientes que no sobrepasan los 2000 años de antigüedad y que fueron obra de culturas indoamericanas de las que no ha podido demostrar hasta ahora su capacidad tecnológica para levantar colosales monumentos megalíticos.
Hasta hoy siguen sosteniendo que los modernos egipcios, una cultura semita que no posee el grado tecnológico para manipular semejantes monolitos, ha construido las pirámides usando primitivas y rudimentarias herramientas, troncos de madera como rampas y la tracción humana de mano de obra esclava para levantarlas.
Con las técnicas y maquinaria moderna, aún hoy le sería imposible a la humanidad levantar una construcción piramidal usando 1.300.000 ladrillos de piedra labrada de 2 toneladas de peso cada uno.
¿Qué se nos esconde?
Pues la posibilidad de vislumbrar una superhumanidad capaz de lograr hazañas que ahora nos parecerían imposibles.
Y que descendemos de esa humanidad, por lo que tendríamos al alcance de la mano un legado que puede ser rescatado.
Si supiéramos nuestro origen, toda aquella gama de teorías que sostienen que la humanidad procedente de la barbarie se encaminaría hacia el progreso evolucionando a través del tiempo, se vendrían abajo. Todas las teorías progresistas se tildarían de falaces, y el hombre vislumbraría lo que realmente es capaz de hacer porqué ya fue realizado por sus ancestros.
Sin lugar a dudas habría una revolución y el hombre reclamaría su lugar en los cielos.
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